lunes, 14 de abril de 2014

Vendedores de humo

Hoy recibí un libro, lo tuve que leer de compromiso, para hacer una nota sobre el tema, así que me dispuse a hacer una lectura veloz. A primera vista me resultó atractivo el tema, o por lo menos el abordaje. No quiero develar el nombre ni sus autores. Aunque, sólo a modo de indicio, diré que se trata de un afamado psicólogo actual que escribió este nuevo ejemplar en compañía de otra especialista. Los dos provenientes de campos totalmente diferentes, tuvieron la idea de realizar este trabajo conjunto, que hubiera sido un gran libro, de no ser porque se olvidaron de algo fundamental: escribir un libro de a dos es trabajar en un proyecto común y no simplemente ideas aisladas e inconexas que conviven "de prepo" en las mismas páginas.
Una pena, la idea era buena, pero… como tantas otras veces, lo que resulta eficaz marketineramente carece de contenido y de sentido.
Pero por qué no me gustó y –sobretodo- por qué me produjo ganas de escribir al respecto (después de todo, podría haber terminado mi nota, cerrar el tema y olvidarlo para siempre). Lo que me molestó fue la subestimación al lector. El tupé de seguir sumando títulos descomprometidos y desalmados al mundo editorial. La apuesta de editoriales que siguen publicando “nombres” en vez de “contenidos”. La movida comercial en desmedro del trabajo comprometido. La superficialidad de la palabra empleada, la falta de corrección, de revisión… y tantas otras cosas.
Pero sobre todo, la certeza de que aquello que pudo haber sido un aporte (después de todo, un libro siempre es la puerta de entrada al pensamiento, cualquiera sea su temática o su registro), termina siendo una alternativa de pasatiempo banal, comparable a un crucigrama o a un simple sudoku.


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